quinta-feira, 30 de janeiro de 2014

Galeria Subliminar - H.S.

E assim vou recortando essas imagens que "me gustam", rasgando, replicando e apagando qualquer traço de identificação com o veículo original. Não mais me interessam quem desenhou, quem coloriu, quem editou e para quem foi ilustrada. Me interessa é preservar o essencial, o ponto vital da mensagem imagética, nem que para isso seja preciso esfoliá-la ou defraudá-la, anexando contrastes e matizes cromáticos mais ao meu gosto.

Três Poderes.

Nada a declarar.

Amanhã, depois de amanhã.

Mãometria.

Não tenho mais muito tempo.

Eu não disse?

Conectado.


Roda Girando, Esquindô Le-lê.

terça-feira, 28 de janeiro de 2014

Bilênio - J.G. Ballard (Resenha)


Billenium de J. G. Ballard


Superpopulação, ou alguma situação artificial forçando as pessoas a viver em proximidade, tem sido um tema recorrente na obra de JG Ballard, mas raramente ele ou qualquer outro escritor pintou um quadro tão eficaz e terrível como neste conto do início de sua carreira. O protagonista acaba de realizar o estado invejável de ter alugado uma pequena porção de uma escada como sua nova casa, a primeira vez que ele teve um espaço seu próprio durante toda a sua vida. Embora ele meça menos de quatro metros de comprimento, seus visitantes expressam alegria e inveja sobre sua vista panorâmica.

Não há trégua lá fora. O tráfego motorizado é inexistente, porque as ruas são tão cheios de pedestres que existem até ocasionais congestionamentos durante os quais multidões ficam bloqueadas no lugar, por horas ou mesmo dias. Todas as portas das residências pessoais têm de abrir para fora porque não há espaço suficiente para que se abram interiormente. Fora das cidades cheias, a paisagem efetivamente deixou de existir, sendo substituída por fazendas industriais necessárias para alimentar a população de bilhões da Terra. As ondas de claustrofobia em massa tornaram-se uma ameaça à saúde pública.

O protagonista é forçosamente uma criatura de hábitos, movendo-se apenas na direção para onde os pedestres estão fluindo, fora de contato com sua família, pois é muito difícil alcançar o bairro onde moram. Ele enfrenta uma nova crise, quando seu proprietário descobre que seu espaço alocado é um pouco mais que as dimensões máximas permitidas para uma única pessoa e o expulsa. Ele e um amigo resolvem morar juntos e alugam um quarto novo, menor do que o anterior, mas eles têm o prazer de descobrir que por trás de uma parede há uma área muito maior, que de alguma forma foi esquecida quando as novas repartições foram construídas. Eles se espantam ao descobrir que eles realmente podem estender os braços para fora e para os seus lados, sem tocar alguém ou alguma coisa.

Sua alegria pela descoberta transborda, mas infelizmente, eles  convidam duas jovens a partilhar o lugar ampliado por eles, mesmo que isso reduza a área aberta de forma dramática. Em seguida, uma tia idosa é acomodada em um pequeno cubículo, e como uma coisa leva a outra, a sua sala secreta fica realmente mais lotada do que espaço de comum de aluguel. Há humor na perda definitiva do protagonista, mas o humor é sombrio. Embora a situação que Ballard descreve pode ser exagerada satiricamente, aborda uma questão que é ainda mais relevante hoje do que quando a história foi escrita pela primeira vez.


Fonte: Enciclopédia da Ficção Científica - Don D'Ammassa.

J. G. Ballard - El Mundo Sumergido (Resenha)

El Mundo Sumergido de J. G. BALLARD

El mundo sumergido (The Drowned World) se publicó en los Estados Unidos en agosto de 1962 en una deplorable edición de bolsillo, y pasó prácticamente inadvertida. Cuando apareció la edición británica de tapas duras, en enero de 1963, la respuesta fue completamente distinta. Kingsley Amis escribió entonces: "Nos hallamos ante algo sin precedentes en este país, una novela de un autor de ciencia ficción que puede juzgarse de acuerdo con los patrones más exigentes... Quizá Ballard sea el más imaginativo de los sucesores de Wells".

James Graham Ballard (nacido en 1930) pasó su niñez en Shanghai, pero desde los quince años vivió en Inglaterra. En 1956 publicó sus primeros cuentos breves, y con El mundo sumergido se convirtió en el talento indiscutiblemente más poderoso y original de la cf británica. La historia transcurre en el siglo veintiuno; las fluctuaciones de la radiación solar han fundido los casquetes polares de la Tierra y han elevado el nivel de los mares. Todas las tierras bajas han quedado inundadas, las temperaturas medias han subido y la vida civilizada sólo subsiste en los círculos Ártico y Antártico. La novela está ambientada en Londres y sus alrededores, una ciudad convertida en un pantano. El doctor Robert Kerans es miembro de una expedición que estudia la fauna y la flora de esta nueva Era Triásica. Solitario, escoge el abandonado Hotel Ritz como lugar para acampar, entre los murciélagos, las iguanas, los helechos y los mohos que son ahora sus habitantes naturales. Comienza a tener sueños extraños que le sugieren que parte de su mente está descendiendo en un "viaje nocturno" a los profundos abismos del remoto pasado biológico de la humanidad.

Es un relato cautivante, que la densa y exquisita prosa de Ballard describe minuciosamente. Culmina con una nota en apariencia perversa que desconcertó a algunos lectores de su época, pues Kerans decide hundirse cada vez más en el mundo anegado, en busca de los "paraísos olvidados del sol renacido". Este propósito lo llevará irremisiblemente a la muerte, aunque antes le proporcionará satisfacción psicológica. Lo que Ballard ha hecho en realidad es invertir las prioridades de la "clásica" novela inglesa catastrófica (El día de los trífidos, de Wyndham, o La muerte de la hierba, de Christopher). En su novela, el desastre resulta bienvenido porque el paisaje que ha producido coincide con el estado mental del héroe. La tarea de Kerans es surrealista, en busca de una verdad psíquica. Es justo hablar de surrealismo, ya que la influencia de los pintores del movimiento surrealista ha marcado a Ballard mucho más que a ningún otro escritor. El Londres inundado de su novela se parece a unos de los mágicos bosques de Max Ernst; el libro incluso podría haberse llamado Europa después de la lluvia. Al mismo tiempo, Ballard tiene un estilo muy personal. Como en el mejor de sus primeros cuentos breves -reunidos en Las voces del tiempo (1963) y Playa terminal (1964)-, el lenguaje de esta novela se distingue por el uso vivaz de terminología médica y biológica, así como por la riqueza de las referencias mitológicas y artísticas. Ballard es uno de los escasos escritores de cf que ha combinado con éxito elementos científicos y artísticos en una prosa impecable, logrando concentrar en una sola oración todo el suspenso que a otros autores les demanda libros enteros. Aunque no guste a todo el mundo, Ballard es el tipo de autor cuya obra acaba por ser adictiva para el lector, pues es una voz verdaderamente única.

Primera edición: Berkley Books, Nueva York, 1962.Primera edición en castellano: Minotauro, Barcelona, 1968.Edición más reciente: Minotauro, Barcelona, 1987.
Fonte: David Pringle - Las 100 Mejores Novelas de la Ciencia Ficción.

J.G. Ballard - Galeria de Capas

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J.G. Ballard


James Graham Ballard (Xangai, 15 de novembro de 1930 - 19 de Abril de 2009)

The British author James Graham Ballard spent part of his childhood in a prisoner of war camp in China during World War II, an experience that provided the inspiration for a successful mainstream novel, Empire of the Sun (1984). He started writing science fiction short stories in 1956, mostly for British markets, but his highly literate and very distinctive style was soon attracting attention from readers in the United States as well. His plots were unconventional and frequently were set in the near future, rarely using such traditional themes as journeys through time or outer space or encounters with aliens.

quinta-feira, 23 de janeiro de 2014

El planeta errante (The Wanderer) de Fritz Leiber - resenha.


FRITZ LEIBER
El planeta errante


Si este libro se titulara Las cien mejores novelas fantásticas, Fritz Leiber (nacido en 1910) merecería por lo menos tres artículos. Ha escrito menos obras notables de ciencia ficción que de horror sobrenatural y espada y hechicería. Entre los primeros suele citarse como la mejor la novela corta El gran tiempo (1961). Personalmente prefiero El planeta errante (The Wanderer), que es una novela larga, ambiciosa y de lectura fácil y amena.

Comienza con un eclipse de Luna. En todo el mundo la gente mira al cielo, y en rápida sucesión aparece una docena de personajes: astrónomos aficionados, fanáticos de ciencia ficción, entusiastas de los platillos voladores, y otros, todos brillantemente descritos. Es una narración con muchas tramas. La principal concierne a Paul Hagbolt, Margo Gelhorn, y a su gato Miau, durante un viaje nocturno en California del Sur. Se encuentran con una reunión, al aire libre, de observadores de ovnis. Repentinamente, las estrellas se desplazan hacia el lado obscuro de la Luna y un nuevo planeta se hace visible. Es el Errante, cuatro veces más grande que la Luna; en la cara visible tiene la forma del símbolo YinYang, mitad oro, mitad púrpura: un enorme objeto no identificado que supera la imaginación de los fanáticos de los platillos voladores; un mundo artificial que ha viajado a través del hiperespacio y se ha detenido en nuestro sistema solar para reabastecerse en la Luna.

La abrupta llegada del Errante produce catastróficos efectos gravitatorios. Don Merriam, un astronauta norteamericano, consigue escapar de la Luna en una pequeña nave espacial justo en el momento en que la Luna comienza a rajarse por la mitad y partirse en dos. Es atraído a la superficie del Errante y descubre que se trata de un planeta hueco, habitado por toda clase de seres inteligentes. Mientras tanto, California se ve sacudida por terremotos, y los océanos de todo el mundo comienzan a crecer provocando fortísimas marejadas. Mucha gente muere. Paul, Margo y su gatito están a punto de ser absorbidos por un tsunami cuando un "platillo volador" -una versión en miniatura del mismo Errante- desciende y los salva. La nave, repleta de flores y cubierta de espejos, es pilotada por una hermosa felina (Paul llega a llamarla Tigerishka), quien confunde a Miau con un ser inteligente. Al advertir su error, y aprendiendo inglés por telepatía, se refiere despreciativamente a Paul llamándolo "mono". Sin embargo, entre el hombre y la mujer-gata surge cierta amistad, que culmina en un acto de amor físico. Tigerishka explica de dónde viene el Errante y por qué: es un planeta a la deriva que escapa de una civilización intergaláctica, superpoblada y decadente, y le da una visión perturbadora del cosmos:

Un estanque puede llenarse de infusorios casi tan rápidamente como un pozo de aguas estancadas. Un continente puede llenarse de conejos casi tan rápidamente como un prado cualquiera. Y la vida inteligente puede expandirse hasta los confines del universo -confines que están por doquier- con la misma rapidez con que llega a la madurez en un solo planeta.

Los planetas de un trillón de soles pueden poblarse de constructores de naves tan rápidamente como los de uno solo. Diez millones de trillones de galaxias pueden infectarse con el deseo del pensamiento - ¡esa gran epidemia!- tan rápidamente como una sola.

La vida inteligente se expande con más rapidez que la peste. Y la ciencia crece de un modo más incontrolable que el cáncer.

Al fin Paul se une a Don Merriam en el Errante y ambos vuelven sanos y salvos a la Tierra, antes de que el artefacto regrese al hiperespacio, precisamente tres días después de su llegada.

El planeta errante es en parte una novela de desastre, en parte una ópera espacial. Leiber enriquece el libro con incontables referencias a la mitología, la religión, las artes y la cf. Los personajes hablan permanentemente. A pesar de que su trama es un paquete de sorpresas, no se trata de una pieza de ficción hábilmente escrita como bestseller, sino de una obra sumamente excéntrica, casi enciclopédica, un compendio de los amplísimos intereses y obsesiones de su autor. Aunque fue bien acogida por parte de los lectores cuando su publicó por primera vez, El planeta errante es hoy una novela olvidada, a la que muy rara vez se menciona en los estudios críticos de ciencia ficción. Yo creo que es la obra maestra de Leiber y que requiere una revalorización.


Primera edición: Ballantine, Nueva York, 1964.
Primera edición en castellano: Edhasa, Barcelona, 1967.
Edición más reciente: Edhasa, Barcelona, 1988.



Fonte: David Pringe - Ciencia Ficción - Las 100 mejores novelas

quarta-feira, 22 de janeiro de 2014

Fritz Leiber - Esposa Hechicera (Resenha)


FRITZ LEIBER
Esposa hechicera


Fritz Leiber (nacido en 1910) es un maestro de la ficción de horror sobrenatural moderna. El telón de fondo tradicional de los cuentos de horror escalofriantes -castillos que se derrumban en medio de bosques obscuros, mansiones solitarias en páramos asolados por el viento- no son para él. Por lo común, sus relatos se sitúan en las ciudades y villas de la América contemporánea, y conciernen a personas brillantes y a la moda cuyas vidas son trastocadas espantosamente por terrores inexplicables. Otros escritores han seguido su ejemplo (entre ellos, autores de éxito comercial como Ira Levin y Stephen King), pero Leiber fue el primero: su obra pionera Esposa hechicera (Conjure Wife) fue publicada originalmente en Unknown Worlds en 1943. El texto ampliado para la versión en libro contiene una serie de referencias a bombas atómicas y otros fenómenos posteriores a 1945, pero esencialmente es el mismo relato que horrorizó y deleitó primero a los lectores del tiempo de la guerra en la revista de John W. Campbell.

La trama se basa en la hechicería en el marco de un campus universitario. Norman Saylor, un profesor de sociología bastante joven, descubre que su mujer, Tansy, ha estado practicando en secreto la "magia de conjuro de los negros". Ella colecciona cortauñas, pelo, clavos de herradura y hasta basura de cementerios, y usa estos elementos, junto con otros detritos poderosos, para hacer encantos que protejan de la mala suerte y las malas influencias. Norman es un académico racional y autor de un libro titulado Paralelismos en la superstición y la neurosis. Está horrorizado por las pruebas de conducta primitiva que hay en su propia casa y pide a Tansy que abandone su infantil insensatez. Ella se rebela al principio, pero luego cede, y juntos destruyen todos sus enseres mágicos. Inmediatamente las cosas empiezan a ir mal para Norman en su trabajo cotidiano. Un estudiante suspendido lo amenaza con un revólver, una chica se queja de que la molesta, y las autoridades de la universidad empiezan a interrogarlo por irregularidades sin importancia de su vida privada...

Tansy le revela que ella no es la única "bruja" del campus. Durante años ha protegido a su marido de las actitudes maliciosas de las esposas de otros miembros de la facultad, que ahora intentan destruir la carrera de Norman. Lo atacan de diversos modos, y no menos a través de su mujer, que ahora es vulnerable al efecto maligno de todos sus hechizos. Cuando Tansy es atormentada por un demonio que trata de robarle el alma, Norman se ve obligado a renunciar a todos sus prejuicios y a aprender las habilidades de esa misma "magia de conjuro" que antes despreciaba. Sólo así puede evitar que su mujer se convierta en un zombie, y salvar a la vez su propio trabajo y su reputación académica. Finalmente acaba con las monstruosas matronas de la universidad mediante una combinación de saber esotérico tradicional y moderno conocimiento académico.

Esposa hechicera es una novela aterradora y al mismo tiempo divertida, basada en la idea paranoide de los hombres de que todas las mujeres realmente son brujas. Está anticuada en ciertos aspectos obvios -ahora somos mucho más conscientes del sexismo y el racismo implícitos en toda la base de la narración-, pero no obstante sigue siendo un relato sobre lo sobrenatural muy original e influyente. Hasta puede ejercer un fuerte atractivo sobre lectores femeninos, pues la idea central de la novela es de alguna manera un deliberado intento de socavar la dominación intelectual masculina: un sueño de venganza cómico-terrorífico de las mujeres contra el arrogante orgullo masculino.

Primera edición: Twayne, Nueva York, 1953
Primera edición en castellano: Martínez Roca, Barcelona, 1989 


Fonte: David Pringle - Literatura Fantastica Las 100 Mejores Novelas

Fritz Leiber - Galeria de Capas e Biografia.


Galeria de Capas e Imagens 

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Fritz Leiber

Fritz Reuter Leiber Junior (Chicago, 24 de Dezembro de 1910 — San Francisco, 5 de Setembro de 1992) foi um escritor de fantástico, ficção científica e horror estadunidense. Filho do ator Fritz Leiber, ele também atuou em filmes e escreveu alguns roteiros para o cinema.

É muito conhecido por sua série de fantasia heroica protagonizada pela dupla Fafhrd e Gray Mouser. Os contos iniciais foram eventualmente reunidos sob nome da série “Swords” (Espadas). Assim foram publicadas as coleções “Swords and Deviltry” (1970), “Swords Against Death” (1970), “Swords in the Mist” (1968), “Swords Against Wizardry” (1968), “Swords and Ice Magic” (1975), “Farewell to Lankhmar” ou “The Knight and Knave of Swords” (1988) e “Swords Against the Shadowland” (2012). Houve também algumas adaptações para quadrinhos como a série que saiu pela Dark Horse Comics.

Ele foi indicado inúmeras vezes e em diversas categorias aos prêmios Hugo, Nebula, Locus, World Fantasy entre outros.

O romance The Big Time, vencedor do Hugo em 1958, é uma história com temática de viagens no tempo na qual as fações rivais “Spiders” e “Snakes” estão envolvidas num conflito sem fim (Change War) para determinar o futuro. Neil Gaiman comenta este romance e diz que é uma uma história notavelmente sofisticada, incomum para a ficção científica publicada naquele período. Contém muitos do temas preferidos por Leiber como Shakespeare e o teatro, identidades alternativas, alcoolismo, sadomasoquismo, Alemanha e o Tempo. É engraçado, inteligente ao brincar com grandes temas em um minúsculo palco e demanda muito de seus leitores. Assim não é uma surpresa que tenha sido premiado com o Hugo em 1958, ainda que, mais de cinquenta anos depois, continue um romance relativamente desconhecido.

Our Lady of Darkness (1977) está entre seus romances de horror mais conhecidos, e como muitos de seus trabalhos finais, são autobiográficos no sentido de relatar sua luta na vida real contra a depressão e o alcoolismo.

O autor correspondeu-se com H. P. Lovecraft, o qual encorajou e influenciou seu desenvolvimento literário; sob influência deste contato escreveu a novela de horror, The Dealings of Daniel Kesserich (1936; publicada após sua morte pela Tor, em 1997).

O termo “Sword and Sorcery” começou a ser utilizado após uma ocasião em 1961 quando o escritor e editor, Michael Moorcock, requisitou um termo para descrever o subgênero de fantasia em que heróis “musculosos” entravam em conflito com uma variedade de vilões, principalmente feiticeiros, bruxos, espíritos malígnos e outras forças sobrenaturais. Fritz Leiber sugeriu “Sword and Sorcery” e o termo pegou.

Fonte: http://selo-multiversos.net/escritores-2/fritz-leiber/


Jorge Luis Borges - TLÖN, UQBAR, ORBIS TERTIUS (conto)


TLÖN, UQBAR, ORBIS TERTIUS
Conto de Jorge Luis Borges

     Devo a conjunção de um espelho e de uma enciclopédia o descobrimento de Uqbar. O espelho inquietava o fundo de um corredor numa quinta da Rua Gaona, em Ramo Mejía; a enciclopédia falazmente se chama The Anglo-American Cyclopedia (New York, 1917) e é uma reimpressão literal, mas também tardia, da Encyclopedia Britannica de 1902. O acontecimento ocorreu faz uns cinco anos. Bioy Casares jantara comigo naquela noite e demorou-nos uma vasta polêmica sobre a elaboração de um romance na primeira pessoa, cujo narrador omitisse ou desfigurasse os fatos e incorresse em diversas contradições, que permitissem a poucos leitores - a muito poucos leitores - a adivinhação de uma realidade atroz ou banal. Do fundo remoto do corredor, o espelho nos espreitava. Descobrimos (na noite alta esta descoberta é inevitável) que os espelhos têm algo de monstruoso. Então Bioy Casares recordou que um dos heresiarcas de Uqbar declarara que os espelhos e a cópula são abomináveis, porque multiplicam o número de homens. Perguntei-lhe a origem dessa memorável sentença e ele me respondeu que The Anglo-American Cyclopedia a consignava, em seu artigo sobre Uqbar. A quinta (que havíamos alugado mobiliada) possuía um exemplar dessa obra. Nas últimas páginas do volume XLVI achamos um artigo sobre Upsala; nas primeiras do XLVII, um sobre Ural-Altaic Languages, mas nem uma palavra a respeito de Uqbar. Bioy, um pouco perturbado, consultou os volumes do índice. Esgotou em vão todas as lições imagináveis: Ukbar, Ucbar, Ooqbar, Ouqbahr... Antes de sair, explicou-me que era uma região do Iraque ou da Ásia menor. Confesso que assenti com certo mal-estar. Conjeturei que esse país indocumentado e esse heresiarca anônimo eram uma ficção improvisada pela modéstia de Bioy para justificar um frase. O exame estéril de um dos Atlas de Justus Perthes fortaleceu minha dúvida.

    No dia seguinte, Bioy me telefonou de Buenos Aires. Disse-me que tinha à vista o artigo sobre Uqbar, no volume XLVI da Enciclopédia. Não constava o nome do heresiarca, mas sim a notícia de sua doutrina, formulada em palavras quase idênticas às repetidas por ele, ainda que - talvez - literariamente inferiores. Ele recordara: Copulation and mirrors are abominable. O texto da Enciclopédia dizia: Para um desses gnósticos, o universo visível era uma ilusão ou (mais precisamente) um sofisma. Os espelhos e a paternidade são abomináveis (mirrors and fatherhood are abominable) porque o multiplicam e o divulgam. Eu lhe disse, sem faltar à verdade, que gostaria de ver esse artigo. Em poucos dias ele o trouxe. O que me surpreendeu, porque os escrupulosos índices cartográficos da Erdkunde de Ritter ignoravam completamente o nome de Uqbar.

    O volume que Bioy trouxe era efetivamente o XLVI da Anglo-American Cyclopedia. No ante-rosto e na lombada, a indicação alfabética (Tor - Ups) era a de nosso exemplar, mas em vez de 917 páginas constava de 921. Essas quatro páginas adicionais compreendiam o artigo sobre Uqbar; não previsto (como terá o leitor observado) pela indicação alfabética. Depois comprovamos que não havia outra diferença entre os volumes. Os dois (conforme creio haver apontado) eram reimpressões da décima Encyclopedia Britannica. Bioy adquirira seu exemplar num de tantos leilões.

    Lemos com certo cuidado o artigo. A passagem recordada por Bioy era talvez a única surpreendente. O resto parecia muito verossímil, muito ajustado ao tom geral da obra e (como é natural) um pouco maçante. Relendo-o, descobrimos sob sua rigorosa forma uma fundamental vagüidade. Dos quatorze nomes que figuravam na parte geográfica, apenas reconhecemos três - Jorasã, Armênia, Erzerum - interpolados no texto de um modo ambíguo. Dos nomes históricos, um só: O impostor Esmerdis, o mago, invocado mais com metáfora. A nota parecia precisar as fronteiras de Uqbar, mas seus nebulosos pontos de referência eram rios e crateras e cadeias dessa mesma região. Lemos, por exemplo que as terras baixas de Tsai Jaldun e o Delta do Axa definem a fronteira do Sul, e que nas ilhas desse delta procriam os cavalos selvagens. Isso, no começo da página 918. Na seção histórica (página 920) soubemos que, por causa das perseguições religiosas do século XIII, os ortodoxos buscaram amparo nas ilhas, onde ainda perduram seus obeliscos e onde não é raro exumar seus espelhos de pedra. A seção idioma e literatura era breve. Um único traço memorável: anotava que a literatura de Uqbar era de caráter fantástico e que suas epopéias e suas lendas não se referiam nunca à realidade mas às duas regiões imaginárias de Mlejnas e de Tlön... A bibliografia enumerava quatro volumes que não encontramos até agora, embora o terceiro - Silas Haslam: History of the land called Uqbar, 1874 - figure nos catálogos da livraria de Bernard Quaritch . O primeiro, Lesbare und Lesenswerthe Bemerdungen über das Land. Ukkbar in Klein-Asien, data de 1641 e é obra de Johannes Valentinus Andreä. O fato é significativo; um par de anos depois, deparei com esse nome nas inesperadas páginas de De Quincey (Writings, volume XIII) e soube que era o de um teólogo alemão que, em princípios do Século XVII, descreveu a imaginária comunidade da Rosa-Cruz - que outros fundaram, à imitação do prefigurado por ele.

    Àquela noite visitamos a Biblioteca Nacional. Em vão molestamos atlas, catálogos, anuários de sociedades geográficas, memórias de viajantes e historiadores: ninguém estivera jamais em Uqbar. O índice geral da enciclopédia de Bioy tampouco registrara esse nome. No dia seguinte, Carlos Mastronarde (a quem eu relatara o assunto) reparou numa livraria de Corrientes e Talcahuano as pretas e douradas lombadas da Anglo-American Cyclopedia... Entrou e consultou o volume XLVI. Naturamente, não encontrou o menor indício de Uqbar.
 

II

    Alguma lembrança limitada e diluída de Herbert Ashe, engenheiro das ferrovias do Sul, persiste no Hotel de Androgué, entre as efusivas madressilvas e no fundo ilusório dos espelhos. Em vida padeceu de irrealidade, como tantos ingleses; morto, não é sequer o fantasma que já era então. Era alto e enfastiado, e sua cansada barba retangular fora riuva. Acho que era viúvo, sem filhos. De tempos em tempos ia à Inglaterra: visitar (julgo por umas fotografias que nos mostrou) um relógio de sol e uns carvalhos. Meu pai estreitava com ele (o verbo é excessivo) uma dessas amizades inglesas que começam por excluir a confidência e que muito depressa omitem o diálogo. Costumavam manter intercâmbio de livros e de jornais; costumavam medir-se ao xadrez, taciturnamente...Recordo-o no corredor do hotel, com um livro de matemática na mão, contemplando, às vezes, as cores irrecuperáveis do céu. Uma tarde falamos do sistema duodecimal de numeração (no qual doze se escreve 10). Ashe disse que precisamente estava trasladando não sei que tabelas duodecimais a sexagemais (nas quais sessenta se escreve 10). Acrescentou que esse trabalho lhe fora encomendado por um norueguês: no Rio Grande do Sul. Há oito anos que o conhecíamos e nunca referia sua estada naquela região... Falamos da vida pastoril, de capangas, da etimologia brasileira da palavra gaucho (que alguns velhos orientais ainda pronunciam gaúcho) e nada mais se disse - Deus me perdoe - de funções duodecimais. Em setembro de 1937 (nós não estávamos no hotel), Herbert Ashe morreu da ruptura de um aneurisma. Dias antes recebera do Brasil um pacote lacrado e registrado. Era um livro em oitavo maior. Ashe deixou-o no bar, onde meses depois - encontrei. Pus-me a folheá-lo e senti uma ligeira vertigem de assombro que não descreverei, porque essa não é a história de minhas emoções, mas de Uqbar, e Tlön e Orbis Tertius. Numa noite do Islã, que se chama a "Noite das Noites", abrem-se de par em par as secretas portas do céu e é mais doce a água nos cântaros; se essas portas se abrissem, não sentiria o que senti naquela tarde. O livro estava redigido em inglês e o compunham 1001 páginas. Na amarela lombada de couro li estas curiosas palavras que o ante-rosto repetia: A First Encyclopedia of Tlön. Vol. XI. Hlaer to Jangr. Não havia indicação de data nem de lugar. Na Primeira página e numa folha de papel de seda que cobria uma das Lâminas coloridas, estava impresso um óvalo azul com esta inscrição: Orbis Tertius. Fazia dois anos que eu descobrira num volume de certa enciclopédia pirática uma sumária descrição de um falso país; agora o acaso me mostrava algo de mais precioso e mais árduo. Agora tinha nas mãos um vasto fragmento metódico da história total de um planeta desconhecido, com suas arquiteturas e seus debates, com o pavor de suas mitologias e o rumor de suas línguas, com seus imperadores e seus mares, com seus minerais e seus pássaros e seus peixes, com sua álgebra e sue fogo, com sua controvérsia teológica e metafísica. Tudo isso articulado, coerente, sem visível propósito doutrinal ou tom paródico.
   
    No "décimo primeiro volume" de que falo, há alusões a volumes ulteriores a precedentes. Nestor Ibarra, num artigo já clássico da N.R.F., negou a existência de tais volumes; Ezequiel Martínez Estrada e Drieu La Rochelle refutaram, quiçá vitoriosamente, essa dúvida. O fato é que até agora as pesquisas mais diligentes têm sido estéreis. Em vão desarrumamos as bibliotecas das Américas e da Europa. Alfonso Reys, saturado dessas fadigas subalternas de índole policial, propõe que todos empreendamos a obra de reconstruir os muitos e maciços volumes que faltam: ex ungue leonem. Calcula, entre jocoso e sério, que uma geração de tlönistas pode bastar. Esse arriscado computo nos retrai ao problema fundamental: quais os inventores de Tlön? O plural é inevitável, porque a hipótese de um só inventor - de um infinito Leibniz trabalhando na treva e na modéstia - fora descartada unanimamente. Conjetura-se que este brave new world é obra de uma sociedade secreta de astrônomos, de biólogos, de engenheiros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geômetras... dirigidos por um obscuro homem de gênio. Muitos são os indivíduos que dominam essas disciplinas diversas, mas não os capazes de invenção e menos os capazes de subordinar a invenção a um rigoroso plano sistemático. Esse plano é tào vasto que a contribuição de cada escritor é infinitesimal. No começo pensou-se que Tlön era um mero caos, uma irresponsável licença da imaginação; agora se sabe que é um cosmos e as íntimas leis que o regem foram formulados, ainda que de modo provisório. Basta-me recordar que as contradições aparentes do Décimo Primeiro Volume são a pedra fundamental da prova de que existem os outros: tão lúcida e tão justa é a ordem que nele se observou. As revistas populares divulgaram, com perdoável excesso, a zoologia e a topografia de Tlön; penso que seus tigres transparentes e suas torres de sangue não merecem, talvez, a contínua atenção de todos os homens. Atrevo-me a pedir alguns minutos para seu conceito do universo.
   
    Hume notou em definitivo que os argumentos de Berkeley não admitiam a menor réplica e não causavam a menor convicção. Esse ditame é totalmente verídico em sua aplicação à Terra; totalmente falso em Tlön. As nações desse planeta são - congenitamente - idealistas. Sua linguagem e as derivações de sua linguagem - a religião, as letras, a metafísica - pressupõem o idealismo. O mundo para eles não é um concurso de objetos no espaço; é uma série heterogênea de atos independentes. É sucessivo, temporal, não espacial. Não há substantivos na conjetural Ursprache de Tlön, da qual precedem os idiomas "atuais" e os dialetos: há verbos impessoais, qualificados por sufixos (ou prefixos) monossilábicos de valor adverbial. Por exemplo: não há palavra que corresponda à palavra lua, mas há um verbo que seria em espanhol lunecer ou lunar. Surgiu a lua sobre o rio diz-se hlör u fang axaxaxas mlö ou seja em sua ordem: para cima (upward) atrás duradouro-fluir lualuziu. (Xul Solar traduz sinteticamente: upa tras perfluyue lunó. Upward, behind the onstreaming, it mooned.)

    O que antes foi dito se refere aos idiomas do hemisfério austral. Nos do hemisfério boreal (sobre cuja Ursprache há bem poucos dados no Décimo Primeiro Volume) a célula primordial não é o verbo, mas o adjetivo monossilábico. O substantivo se forma por acumulação de adjetivos. Não se diz lua: diz-se aéreo-claro sobre escuro-redondo ou alaranjado-tênue-do-céu ou qualquer outro acréscimo. No caso escolhido, a massa de adjetivos corresponde a um objeto real; o fato é puramente fortuito. Na literatura desse hemisfério (como no mundo subsistente de Meinong), são muitos os objetos ideais, convocados e dissolvidos no momento, conforme as necessidades poéticas. Determina-os, às vezes, a mera simultaneidade. Há objetos compostos de dois termos, um de caráter visual e outro auditivo: a cor do nascente e o remoto grito de um pássaro. Há alguns de múltiplos: o sol e a água contra o peito do nadador, o vago rosa trêmulo que se vê com os olhos fechados, a sensação de quem se deixa levar por um rio e também pelo sonho. Esses objetos de segundo grau podem combinar-se com outros; o processo mediante certas abreviaturas, é praticamente infinito. Há poemas famosos compostos de uma só enorme palavra. Essa palavra integra um objeto poético criado pelo autor. O fato de que ninguém acredite na realidade dos substantivos, faz, paradoxalmente, que seja interminável seu número. Os idiomas do hemisfério boreal de Tlön possuem todos os nomes das linguas indo-européias - e muitos outros mais.

    Não é exagero afirmar que a cultura clássica de Tlön abrange uma única disciplina, a psicologia. As outras estão subordinadas a ela. Mencionei que os homens desse planeta concebem o universo como uma série de processos mentais que não se desenvolvem no espaço, mas de modo sucessivo no tempo. Spinoza confere à sua inesgotável divindade os atributos da extensão e do pensamento; ninguém compreenderia em Tlön a justa posição do primeiro (que apenas é típico de certos estados) e do segundo - que é um sinônimo perfeito do cosmos. Antes com outras palavras: não concebem que o espacial perdure no tempo. A percepção de uma fumaceira no horizonte e depois do campo incendiado e depois do charuto meio apagado que produziu a queimada, é considerada um exemplo de associação de idéias.

    Esse monismo ou idealismo total, invalida a ciência. Explicar (ou julgar) um fato é uní-lo ao outro; essa vinculação em Tlön é um estado posterior do sujeito, que não pode afetar ou iluminar o estado anterior. Todo o estado mental é irredutível: o simples fato de nomeá-lo - id est, de classificá-lo - importa em falseio. Disso caberia deduzir que não há ciências em Tlön - nem sequer raciocínios. Mas a paradoxal verdade é que existem, em quase incontável número. Com as filosofias acontece o que sucede com os substantivos no hemisfério boreal. O fato de que toda a filosofia seja de antemão um jogo dialético, uma Philosophie des Als Ob, contribui para multiplicá-las. Sobram sistemas incríveis, mas de construção agradável, ou de tipo sensacional. Os metafísicos de Tlön não buscam a verdade, nem sequer a verossimilhança: buscam o assombro. Julgam que a metafísica é um ramo da literatura fantástica. Sabem que um sistema não é outra coisa que a subordinação de todos os aspectos do universo a qualquer um deles. Até a frase "todos os aspectos" é inaceitável, porque supõe a impossível adição do instante presente e dos pretéritos. Nem é lícito o plural "os pretéritos", porque supõe outra operação impossível... Uma das escolas de Tlön chega a negar o tempo: argumenta que o presente é indefinido, que o futuro não tem realidade senão como esperança presente, que o passado não tem realidade senão como lembrança presente . Outra escola declara que transcorreu já todo o tempo e que nossa vida é apenas a lembrança ou reflexo crepuscular, e sem dúvida falseado e mutilado, de um processo irrecuperável. Outra, que a história do universo - e nela nossas vidas e o pormenor mais tênue de nossas vidas - é a escritura que produz um deus subalterno para entender-se com o demônio. Outra que o universo é comparável a estas criptografias nas quais não valem todos os símbolos e que só é verdade o que sucede cada trezentas noites. Outra que enquanto dormimos aqui, estamos despertos em outro lado e que assim cada homem é dois homens.

    Entre as doutrinas de Tlön nenhuma mereceu tanto escândalo como o materialismo. Alguns pensadores o formularam com menos clareza que fervor, como quem expõe um paradoxo. Para facilitar o entendimento dessa tese inconcebível, um heresiarca do século décimo primeiro3 ideou o sofisma das nove moedas de cobre, cujo renome escandaloso equivale em Tlön ao das aporias eleáticas. Desse "raciocínio especioso" há muitas versões, nas quais o número de moedas e o número de achados variam; eis aqui a mais comum:

    Terça-feira X atravessa um caminho deserto e perde nove moedas de cobre. Quinta-feira Y encontra no caminho quatro moedas, um pouco enferrujadas pela chuva de quarta-feira. Sexta-feira Z descobre três moedas no caminho. Sexta-feira de manhã X encontra duas moedas no corredor de sua casa. O heresiarca queria deduzir desta história a realidade - id est, a continuidade - das nove moedas recuperadas. É absurdo (afirmava) imaginar que quatro das moedas não existiram entre terça e quinta-feira, três entre terça-feira e a tarde de sexta-feira, duas entre terça-feira e a madrugada de sexta-feira. É lógico pensar que existiram - ainda que de algum modo secreto de compreensão vedada aos homens - em todos os momentos desses três prazos.

    A linguagem em Tlön se opunha a formular este paradoxo; os demais não o entenderam. Os defensores do sentido comum limitaram-se no início a negar a veracidade do episódio. Repetiram que era uma falácia verbal, embasada no emprego temerário de duas vozes neológicas, não autorizadas pelo uso e alheias a todo o pensamento severo: os verbos encontrar e perder que comportavam uma petição de princípio, porque pressupunham a identidade das nove primeiras moedas e das últimas. Recordaram que todo o substantivo (homem, moeda, quinta-feira, quarta-feira, chuva) somente tem um valor metafórico. Denunciaram a pérfida circunstância um pouco enferrujadas pela chuva de quarta-feira, que pressupõe o que se procura demonstrar: a persistência das quatro moedas, entre quinta e terça-feira. Explicaram que uma coisa é igualdade e outra identidade. E formularam uma espécie de reductio ad absurdum, ou seja, o caso hipotético de nove homens que em nove noites sucessivas padecem um dor viva. Não seria ridículo - perguntaram - pretender que esta dor fosse a mesma4? Disseram que ao heresiarca movia-o apenas o blasfematório propósito de atribuir a divina categoria de ser a umas simples moedas, e que às vezes negava a pluralidade e outras não. Argumentaram: se a igualdade abrangesse a identidade, seria necessário admitir, do mesmo modo, que as nove moedas eram uma só.

    Incrivelmente, essas refutações não resultaram definitivas. Ao fim de cem anos de proposição do problema, um pensador não menos brilhante que o heresiarca, mas de tradição ortodoxa, suscitou uma hipótese muito audaz. Essa conjetura feliz afirmava que há um só sujeito, que esse sujeito indivizível é cada um dos seres do universo e que estes são os órgãos e máscaras da divindade. X é Y e é Z. Z decobre três moedas, porque se lembra que X as perdeu; X encontra duas moedas no corredor porque se lembra que foram recuperadas as outras... O décimo primeiro volume deixa entender que três razões capitais determinaram a vitória total desse panteísmo idealista. A primeira, o repúdio do solipsismo; a segunda a possibilidade de conservar a base psicológica das ciências; a terceira a possibilidade de conservar o culto dos deuses. Schopenhauer (o apaixonado e lúcido Schopenhauer) formula uma doutrina muito semelhante no primeiro volume de Parerga und Paralipomena.

    A geometria de Tlön compreende duas disciplinas um pouco distintas. A visual e a tátil. A última corresponde à nossa e a subordinam à primeira. A base da geometria visual é a superfície, não o ponto. Essa geometria desconhece as paralelas e declara que o homem que se desloca modifica as formas que o circundam. O fundamento de sua aritmética é a noção de números indefinidos. Acentuam a importância dos conceitos de maior e menor que nossos matemáticos simbolizam por > e por <. Afirmam que a operação de contar modifica as quantidades e as converte de indefinidas em definidas. O fato de que vários indivíduos que contam uma mesma quantidade obtêm um resultado igual é para os psicólogos um exemplo de associação de idéias ou de bom exercício da memória. Já sabemos que em Tlön o sujeito do conhecimento é uno e eterno.

    Nos hábitos literários é também todo-poderosa a idéia de um sujeito único. É raro que os livros estejam assinados. Não existe conceito de plágio: estabeleceu-se que todas as obras são obra de um só autor, que é inteporal e é anônimo. A crítica costuma inventar autores, escolhe duas obras dissímeles - o "Tao Te King" e as "1001 Noites", digamos - atribui-as a um mesmo escritor e logo determina com probidade a psicologia desse interessante homme de lettres...

    Também os livros são diferentes. Os de ficção abarcam um único argumento, com todas as permutações imagináveis. Os de natureza filosófica invariavelmente contém a tese e a antítese, o rigoroso pró e contra de uma doutrina. Um livro que não encerre seu contralivro é considerado incompleto.

    Séculos e séculos de idealismo não deixaram de influir na realidade. Não é infrequente nas regiões mais antigas de Tlön a duplicação de objetos perdidos. Duas pessoas buscam um lápis; a primeira o encontra e não diz nada; a segunda encontra um segundo lápis não menos real, contudo mais ajustado à sua expectavia. Esses objetos secundários se chamam hrönir e são ainda que de forma desairada, mais compridos. Até há pouco os hrönir eram filhos fortuitos da distração e do esquecimento. Parece mentira que sua metódica produção conte apenas cem anos, mas assim está referido no Décimo Primeiro Volume. Os primeiros intentos foram estéreis. O modos operandi, no entanto, merece ser recordado. O diretor de um dos cárceres do Estado comunicou aos presos que no antigo leito de um rio havia certos sepulcros e prometeu a liberdade aos que trouxessem um achado importante. Durante os meses que precederam à escavação, apresentaram-lhes fotografias do que iam encontrar. Essa primeira tentativa provou que a esperança e a avidez podem inibir; uma semana de trabalho com a pá e a picareta não conseguiu exumar outro hrön, salvo uma roda enferrujada, de data posterior ao experimento. Esta foi mantida em segredo e depois repetida em quatro colégios. Em três, foi quase total o fracasso; no quarto (cujo diretor morreu casualmente durante as primeira escavações), os discípulos exumaram - ou produziram - uma máscara de ouro, uma espada arcaica, duas ou três ânforas de barro e o limoso e mutilado torço de um rei com uma inscrição no peito que ainda não se logrou decifrar. Descobriu-se assim a improcedência de testemunhas que conhecessem a natureza experimental da busca... As investigações em massa produzem objetos contraditórios; agora preferem-se os trabalhos individuais e quase improvisados. A metódica elaboração de hrönir (diz o Décimo Primeiro Volume) prestou serviços prodigiosos aos arqueólogos. Permitiu examinar e até modificar o passado, que agora não é menos plástico e menos dócil que o futuro. Fato curioso: os hrönir de segundo e de terceiro grau - os hrönir derivados de outro hrön, os hrönir do hrön de um hrön - exageram as aberrações do inicial; os de quinto são quase uniformes; os de nono confundem-se com o de segundo; nos de décimo-primeiro, há uma pureza de linhas que os originais não têm. O processo é periódico: o hrön de décimo-segundo grau já começa a decair. Mais estranho e mais puro que todo o hrön, é, às vezes, o ur: a coisa produzida por sugestão, o objeto eduzido pela esperança. A grande máscara de ouro que mencionei é um ilustre exemplo.

    As coisas duplicam-se em Tlön; propendem simultaneamente a apagar-se e a perder as particularidades, quando se as esquece. É clássico o exemplo do umbral que perdurou enquanto o visitava um mendigo e que se perdeu de vista com sua morte. As vezes alguns pássaros, um cavalo, salvaram as ruínas de um anfiteatro.

    1940. Salto Oriental.

    Pós escrito de 1947. Reproduz o artigo anterior tal como apareceu na Antologia da literatura fantástica, 1940, sem outro corte senão o de algumas metáforas e de uma espécie de resumo zombeteiro que se tornou frívolo. Tantas coisas se passaram desde aquela data... Limitar-me-ei a recordá-las.

    Em março de 1941, foi descoberta uma carta manuscrita de Gunnar Erfjord num livro de Hinton que fora de Herbert Ashe. O envelope tinha o carimbo postal de Ouro Preto; a carta elucidava completamente o mistério de Tlön. Seu texto corrobora as hipóteses de Martínez Estrada. Em princípios do século XVII, numa noite de Lucerna ou de Londres, começou a esplêndida história. Uma sociedade secreta e benévola (que entre seus adeptos contou com Dalgarno e depois com George Berkeley) surgiu para inventar um país. No vago programa inicial figuravam os "estudos herméticos" a filantropia e a cabala. Dessa primeira época, data o curioso livro Andreä. Ao cabo de alguns anos de conciliábulos e sínteses prematuras, compreenderam que uma geração não bastava para articular um país. Resolveram que cada um dos mestres que a integravam escolhesse um discípulo para a continuação da obra. Essa disposição hereditária prevaleceu; depois de um hiato de dois séculos, a perseguida fraternidade ressurge na América. Por volta de 1824, em Memphis (Tennessee), um dos adeptos conversa com o ascético milionário Ezra Buckley. Este o deixa falar com certo desdém - e ri da modéstia do projeto. Diz-lhe que na América é absurdo inventar um país e propõem-lhe a invensão de um planeta. A essa gigantesca idéia acrescenta outra, filha de seu niilismo5: a de manter em sigilo a empresa enorme. Circulavam, então, os vinte volumes da Encyclopaedia Britânnica; Buckley sugere uma enciclopédia metódica do planeta ilusório. Deixar-lhes-á suas cordilheiras auríferas, seus rios navegáveis, suas várzeas pisadas pelo touro e pelo bizão, seus negros, seus prostíbulos e seus dólares, sob uma condição: "a obra não pactuará com o impostor Jesus Cristo". Buckley não acredita em Deus mas quer demonstrar ao Deus não existente que os homens mortais são capazes de conceber o mundo. Buckley é envenenado em Baton Rouge, em 1828; em 1914 a sociedade remete a seus colaboradores, que são trezentos, o volume final da Primeira Enciclopédia de Tlön. A edição é secreta: os quarenta volumes que compreende (a obra mais vasta que os homens empreenderam) seriam a base de outra mais minuciosa, não já redigida em inglês, mas em algumas das linguas de Tlön. Essa revisão de um mundo ilusório se denomina provisoriamente Orbis Tertius e um de seus modestos demiurgos foi Herbert Ashe, não sei se como agente de Gunnar Erfjord ou como adepto. Seu recebimento de um exemplar do Décimo Primeiro Volume parece favorecer a segunda hipotese. Mas, e os outros? Aí por volta de 1942, recrudesceram os fatos. Lembro-me com singular nitidez de um dos primeiros e acho que vislumbrei algo de seu caráter premonitório. Sucedeu num apartamento da Rua Laprida, frente a uma clara e alta sacada, voltada para o ocaso. A princesa de Faucigny Lucinge recebera de Poitiers sua baixela de prata. Do vasto interior de um caixote rubricado de carimbos internacionais, iam saindo finas coisas e móveis: prataria de Utrecht e de Paris com dura fauna heráldica, um samovar. Entre elas - com um perceptível e tênue tremor de pássaro adormecido, latejava misteriosamente uma bússola. A princesa não a reconheceu. A agulha azul indicava o norte magnético. A caixa de metal era côncava; as letras da esfera correspondiam a um dos alfabetos de Tlön. Tal foi a primeira intrusão do mundo fantástico no mundo real. Um acaso que me inquietava fez que também fosse testemunha da segunda. Aconteceu uns meses depois, na venda de um brasileiro, na Cuchilla Negra. Amorim e eu regressávamos de Santana. Uma enchente do rio Taquarembó nos obrigou a provar (e a suportar) essa rudimentar hospitalidade. O vendeiro acomodou-nos em catres rangentes numa peça ampla, entorpecida de barris e couros. Deitamo-nos mas não nos deixou dormir até o amanhecer a bebedeira de um vizinho fantasma, que alternava injúrias inextricáveis com trechos de milongas - melhor, com trechos de uma só milonga. Como é de supor, atribuímos à fogosa cachaça do hospedeiro essa gritaria insistente... Pela madrugada, o homem estava morto no corredor. A aspereza da voz nos enganara: era um rapaz moço. Durante o delírio cairam-lhe do tirador algumas moedas e um cone reluzente, do diâmetro de um dado. Em vão um menino tentou recolher esse cone. Apenas um homem mal consegui levanta-lo. Peguei-o na palma da mão por alguns minutos: lembro-me de que seu peso era intolerável e que, depois de retirado o cone, persistiu a opressão. Também me lembro do preciso círculo que me gravou na carne. Essa evidência de um objeto muito pequeno e ao mesmo tempo pesadíssimo deixava a impressão desagradável de asco e de medo. Um lavrador propôs que o arremessassem à correnteza do rio: Amorim o adquiriu por alguns pesos. Ninguém sabia nada sobre o morto, exceto que "procedia da fronteira". Esses cones e muito pesados (feitos de um metal que não é deste mundo) são imagem da divindade, em certas religiões de Tlön.

    Aqui termino a parte pessoal de meu relato. O resto está na memória (quando não na esperança ou no temor) de todos os meus leitores. É suficiente para mim recordar ou mencionar os fatos subsequentes, com mera brevidade de palavras que a côncava lembrança geral enriquecerá ou ampliará. Por volta de 1944, um investigador do jornal The American (de Nashville, Tennessee) exumou numa biblioteca de Memphis os quarenta volumes da Primeira Enciclopédia de Tlön. Até o dia de hoje se discute se esse descobrimento foi casual ou se o consentiram os diretores do ainda nebuloso Orbis Tertius. É aceitável a segunda hipótese. Alguns traços incríveis do Décimo Primeiro Volume (por exemplo, a multiplicação dos hrönir) foram eliminados ou atenuados no exemplar de Memphis; é razoável imaginar que essas supressões obedecem ao plano de exibir um mundo que não seja demasiadamente incompatível com o mundo real. A disseminação de objetos de Tlön em diversos países complementaria esse plano... 6. O fato é que a imprensa internacional apregoou infinitamente o "achado". Manuais, antologias, resumos, versões literais, reimpressões autorizadas e reimpressões piráticas da Obra Maior dos Homens abarrotaram e continuam abarrotando a Terra. Quase imediatamente, a realidade cedeu em mais de um ponto. O certo é que desejava ceder. Há dez anos, qualquer simetria com aparência de ordem - o materialismo dialético, o anti-semitismo, o nazismo - bastava para atrair os homens. Como não submeter-se a Tlön, à minuciosa e larga evidência de um planeta ordenado? Inútil responder que a realidade também está ordenada. Quem sabe o esteja, mas conforme leis divinas - explico: leis desumanas - que nunca percebemos completamente. Tlön será um labirinto, mas um labirinto urdido por homens, um labirinto destinado a ser decifrado pelos homens.

    O contato e o hábito de Tlön desintegraram este mundo. Encantada por seu rigor a humanidade esquece e torna a esquecer que é um rigor de enxadristas, não de anjos. Penetrou nas escolas o (conjetural) "idioma primitivo" de Tlön; já o ensino de sua história harmoniosa (e cheia de episódios comovedores) obliterou o que presidiu minha infância; já nas memórias um passado fictício ocupa o lugar de outro, do qual nada sabemos com certeza - nem, ao menos, que é falso. Foram reformadas a numismática, a farmacologia, e a arqueologia. Acho que a biologia e matemática aguardam também seu avatar... Uma dispersa dinastia de solitários mudou a face do mundo. Sua tarefa prossegue. Se nossas previsões não errarem, daqui a cem anos alguém descobrirá os cem volumes da Segunda Enciclopédia de Tlön.

    Então desaparecerão do planeta o inglês e o francês e o simples espanhol. O mundo será Tlön. Não me importo, continuo revisando, nos plácidos dias do Hotel Adrogué, uma indecisa tradução quevediana (que não tenciono publicar) do Urn Burial, de Browne.


sábado, 18 de janeiro de 2014

Gene Wolfe - El Libro del Sol Nuevo (Resenha)


GENE WOLFE
El Libro del Sol Nuevo

En una sociedad de corporaciones medievales, donde unas navescohetes de otro tiempo forman las torres de las ciudadelas, un joven se acerca a la madurez. El mundo está regido por el Autarca de la Casa Absoluta, emplazada en algún sitio al norte de la Ciudad Imperecedera. Nuestro héroe es un aprendiz de torturador (afortunadamente, al lector se le ahorran casi por completo los detalles de ese antiguo oficio) que comete el crimen de mostrarse compasivo con una "cliente" de la corporación, y en consecuencia es expulsado de la laberíntica ciudad. Los primeros capítulos están dominados por imágenes de muerte tumbas, mazmorras, bibliotecas sin luz, aguas estancadas y sirven como contrapunto del tema principal, la búsqueda del Sol Nuevo. Ésta es la más larga de las novelas contemporáneas de cf, y una de las mejores. Comprende cuatro volúmenes: La sombra del torturador (The Shadow of the Torturer, 1980), The Claw of the Conciliator (1981), The Sword of the Lictor (1982) y The Citadel of the Autarch (1983), que suman en total 1.200 páginas. Una obra monumental, evidentemente, y en ciertos aspectos una obra terminal: es difícil imaginar que alguien emprenda seriamente otra historia semejante.

Es la historia de un futuro muy, muy lejano, en el que la Tierra ha cambiado por completo. Ha sobrevivido a una era glacial, las nacionesestado de nuestros días hace mucho que han desaparecido, y la humanidad ha abandonado la exploración del espacio (una de las imágenes más encantadoras y recurrentes es la de "la verde playa de la Luna", pues en algún momento olvidado de la historia la Luna ha reverdecido). En 1950, el autor norteamericano Jack Vance escribió una novela que bordeaba la ciencia ficción con el título de La Tierra moribunda, combinando la imagen de un futuro lejano con la imaginación y la fantasía de un país de hadas (a esta especie híbrida de ficción suele llamársela science fantasy). Wolfe ha reconocido la influencia del libro de Vance en su propia obra maestra, que es precisamente la historia de la "tierra que muere", tema explotado también por otros escritores además de Vance y que Wolfe ha vuelto ahora redundante. Pero diferencia importante y que varios críticos han soslayado El Libro del Sol Nuevo (The Book of the New Sun) no es de ninguna manera una obra de fantasía. Es auténtica ciencia ficción. Los prodigios que se describen son racionales, y todo se explica en términos de ciencia real o de extrapolaciones verosímiles.

Wolfe utiliza muchos de los clichés de la fantasía moderna, o del género de espada y hechicería, redimiéndolos y transformándolos. El héroe del libro, Severian el Torturador, tiene una gran espada llamada Terminus Est, y la utiliza para matar monstruos y hombres. Severian encuentra en el caminos seres y acontecimientos aparentemente sobrenaturales. Descubre una joyatalismán, la Garra del Conciliador, con la que puede curar a los enfermos. Todos estos temas, y muchos más, pertenecen a la tradición de la fantasía heroica, aunque aquí se despliegan, con ingenio, y a veces con belleza, como ciencia ficción. Existe el riesgo de que algunos de ellos pasen inadvertidos al lector común: puede ser necesario un conocimiento de todo el repertorio de convenciones de la cf para apreciar los trucos que Wolfe pone en acción con tanta inteligencia.

En efecto, es una novela sumamente inteligente y sumamente bien escrita, muy elogiada por los pares de Wolfe: "Wolfe es tan bueno que me deja sin habla", dice Ursula Le Guin, y Algis Budrys agrega: "Simplemente sobrecogedor". A mí me impresiona particularmente el extraño lenguaje. En lugar de inventar su propia terminología a partir de nada, como han hecho tantos autores de cf y de fantasía, a menudo con pobres resultados, Wolfe utiliza palabras exóticas tomadas del griego, del latín, del francés antiguo y de otras fuentes. Este vocabulario, utilizado con exactitud y resonancia da un múltiple sentido de realidad al mundo que describe. Me parece que no me equivoco si digo que no hay en el libro ni una sola palabra inventada: un tour de force filológico, y un bienvenido descanso, por no obligarnos a pronunciar los trabalenguas sin sentido que tan a menudo se encuentran en la cf.

Primera edición: Simon & Schuster, Nueva York, 19801983.
Primera edición en castellano (La sombra del torturador): Minotauro, Barcelona, 1990.



(Resenha de DAVID PRINGLE, Ciencia Ficción - Las 100 mejores novelas)


Gene Wolfe - La quinta cabeza de Cerbero (Resenha)


GENE WOLFE
La quinta cabeza de Cerbero

Imagínense una enorme y vieja casa cuya entrada está custodiada por una estatua de Cerbero, el mítico perro de tres cabezas. Figúrense un niño sensible que crece en esa casa misteriosa. Él y su hermano son atendidos por infatigables sirvientes y vigilados por una tía excéntrica que parece flotar silenciosamente a lo largo de los múltiples pasillos de la mansión. Al caer la noche, un padre autoritario y distante convoca a los niños a su estudio, donde lleva a cabo con ellos absurdos experimentos psicológicos. "Tengo un obscuro recuerdo de estar de pie no puedo decir a qué edad ante esa gigantesca puerta tallada. La puerta se cerraba, y el mono tullido sobre el hombro de mi padre se apretaba contra aquella cara de halcón, con la bufanda negra y la bata roja debajo de hileras e hileras de libros y cuadernos de notas muy gastados detrás de ellos, y el nauseabundo olor de formaldehído que llegaba desde el laboratorio, más allá del espejo corredizo." ¿Es este hombre en realidad el padre del niño? El joven héroe es también el narrador de esta historia engañosa: no se nos dice su nombre; su padre se dirige a él como "Número Cinco". La preocupación central de la vida del narrador consiste en explorar sus orígenes, desvelar el misterio de su nacimiento.

Todo esto parece gótico puro, y lo es. Sin embargo, el libro es también ciencia ficción auténtica, pues tiene como escenario un sistema solar distinto al nuestro, en un futuro remoto. Los planetas gemelos de Sainte Croix y Saint Anne han sido colonizados por francoparlantes de la Tierra. La Casa de Cerbero, o Maison du Chien, está ubicada en la ciudad principal de Sainte Croix, y en realidad es un prostíbulo para la clase alta. El narrador y su hermano son cuidados por un tutor robótico, una máquina inteligente llamada Mr Million, con el patrón cerebral de un hombre muerto hace tiempo. La tía de los niños flota realmente en el aire, pues tiene un dispositivo eléctrico de levitación debajo de la falda para compensar sus ya débiles piernas. Y el "padre" del narrador no es realmente su padre en el sentido normal de la palabra: es el hermano clónico del héroe, el número cuatro de una serie horripilante de autorrepeticiones. Los relatos sobre reproducciones clónicas reproducción artificial asexual a partir de células de un solo "progenitor" se pusieron de moda durante los años setenta; éste tal vez sea el mejor de todos ellos.

El autor posee un notable talento para combinar motivos y temas futuristas con un sentido lóbrego y abrumador del pasado. Aquí las tecnologías son antiguas, y hacen pensar en perversidades, y la nueva sociedad interestelar es algo así como el Antiguo Oriente: "Mr Million insistió en detenerse una hora en el mercado de esclavos ... No era un mercado grande ... y a menudo los vendedores y los esclavos parecían amigos; se habían reunido muchas veces frente a distintos propietarios y habían descubierto la misma carencia. Mr Million ... observó el remate, inmóvil, mientras nosotros nos pateábamos los tobillos y masticábamos el pan frito que él nos había comprado. Había portadores de literas, con nudos de músculos en las piernas, y asistentes de baño de estúpidas sonrisas; esclavos rebeldes encadenados, con los ojos atontados por la droga o brillantes de feroz imbecilidad; cocineros, sirvientes domésticos, y otros cien...".

Gene Wolfe (nacido en 1931) es un veterano de la guerra de Corea y ex ingeniero. Empezó tarde a escribir ciencia ficción y sus primeros cuentos breves aparecieron a finales del sesenta. La quinta cabeza de Cerbero (The Fifth Head of Cerberus) fue su primer libro importante, y también una obra realmente extraordinaria. Formado por tres novelas de diferente estilo pero estrechamente vinculadas, es uno de los libros mejor escritos de toda la cf moderna, y una obra maestra de equívocos, sutiles indicios y revelaciones aparentemente casuales. Malcolm Edwards la describió acertadamente en The Encyclopedia of Science Fiction como "una exploración verdaderamente imaginativa sobre la naturaleza de la identidad y la individualidad".

Primera edición: Scribner's, Nueva York, 1972.
Primera edición en castellano: Acervo, Barcelona, 1978.

(Resenha de DAVID PRINGLE, Ciencia Ficción - Las 100 mejores novelas)



Gene Wolfe - Peace (Resenha)



GENE WOLFE
Peace

Esta novela conmovedora y delicadamente escrita empieza de un modo decepcionante: "El olmo plantado por Eleanor Bold, la hija del juez, cayó la noche pasada". El que habla es Alden Dennis Weer, un hombre de unos sesenta años cuya historia oiremos. Gradualmente nos enteramos, a medida que leemos este relato sobre la apacible vida en el Medio Oeste de Estados Unidos, de que Alden Weer probablemente sea un fantasma, muerto aun antes de que se empezase el libro. Quizá no puede descansar en paz hasta que haya rendido este homenaje a todas las personas y poderes que han modelado su existencia.

Continúan las decepciones. Esperamos el relato directo de la historia de una vida, pero de hecho Weer tiene sorprendentemente poco que decirnos sobre él mismo. Proliferan las digresiones, hasta el punto de que constituyen la mayor parte de la novela. Los personajes secundarios llevan a cabo la acción, y nos ofrecen cuentos dentro de cuentos, algunos de sabor chino o irlandés, pero la mayoría de ellos americanos y todos muy bien contados. Las vinculaciones entre las partes en apariencia dispares son sutiles: el lector tiene que buscar claves constantemente, y ésta puede ser una tarea fastidiosa para algunos. De un modo categórico, éste no es un libro para impacientes. Pero las recompensas son sustanciosas para quienes perseveran; yo no vacilo en proclamar que la novela de Gene Wolfe es una obra maestra.

Llegamos a conocer a la madre, el abuelo y la niñera (todos ellos muertos ya) de Weer. También conocemos a su excéntrica tía Olivia, un personaje verdaderamente maravilloso, y a sus tres ardorosos pretendientes. Oímos el cuento de la vida de cada pretendiente, y disfrutamos de sus palabras, sus historias increíbles, sus voces sumamente personales. Todos están ahora muertos y llegamos a comprender que en realidad estamos leyendo un "Libro de los Muertos" o, más exactamente (en una deliberada referencia a H. P. Lovecraft), una versión de El Necronomicón, el Libro que une a los Muertos. Todas estas voces muertas hablan claramente de los muertos, afirmando sólo el hecho de que existieron, fueron; y en medio de todo el humor y lo estrafalario, el efecto final tiene gran patetismo.

En una de las primeras escenas, el joven Alden Weer va de picnic con su tía Olivia y uno de los pretendientes, el profesor Peacock. Visitan una caverna donde todos ellos por turno observan un cráneo humano y deciden no mencionarlo. "Los indios vivieron aquí, ¿no es verdad?", pregunta el chico. "Preindios dice el profesor. El pueblo aborigen que vivió aquí hace unos diez mil años, cruzó el estrecho de Bering y luego se estableció en Indianola, Indian Lake, Indianapolis y varios otros lugares, puntos en los que se vieron obligados a convertirse en indios para justificar los nombres de lugar." Mucho, mucho más tarde, casi en la última escena de la novela, Weer escucha a un viejo granjero que se lamenta de la desaparición de las viejas costumbres agrícolas: "Mi propia granja, cuando yo haya desaparecido, desaparecerá también. Tuve tres hijos, y ninguno de ellos la quiere". Estas anécdotas, y docenas de otras a través de toda la novela, tienen el mismo tema: incontables miles de vidas han desaparecido antes, cada una con su propia historia y su propia voz idiosincrásica.

Wolfe adopta muchas de esas voces en este hermoso libro, y su oído para la descripción oral es soberbio. Llegamos a creer en todas esas personas muertas, sentimos su vida vibrante. Gene Wolfe (nacido en 1931) es ahora muy conocido por El libro del sol nuevo (19801983), una pentalogía, y por obras recientes de literatura fantástica como Free Live Free (1984) y Soldado de la niebla (1986). Peace [Paz] es una obra temprana relativamente poco tenida en cuenta, tranquila, subestimada y probablemente insuperable.

Primera edición: Harper & Row, Nueva York, 1975



(Resenha de DAVID PRINGLE, Literatura fantástica
Las 100 mejores novelas, Una selección en lengua inglesa, 1946-1987.)

Gene Wolfe — Galeria de Capas


Gene Wolfe (n. 7 de mayo de 1931 - Nueva York ) es un escritor estadounidense de ciencia ficción y fantasía. Se destaca por su profundidad, y prosa rica en alusiones así como también por la fuerte influencia de su fe católica, la que adoptó después de contraer matrimonio con una católica. Es un escritor de novelas y cuentos cortas prolifico, y ha ganado el Premio Nébula y el World Fantasy Award dos veces cada uno, el Campbell Memorial Award, y el Locus Award cuatro veces. Ha sido nominado para el Premio Hugo en varias ocasiones. En 1996 Wolfe fue galardonado con el premio "World Fantasy Award for Lifetime Achievement".

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quinta-feira, 16 de janeiro de 2014

Todos Sobre Zanzibar - John Brunner (Resenha)



JOHN BRUNNERTodos sobre Zanzíbar

Novela aún más larga que Duna, de Frank Herbert, la obra más conocida de Brunner difiere notablemente de la de Herbert en casi todos los aspectos. Lo más llamativo de esta novela es que no trata de crear un mundo fantástico de la nada sino que emprende la tarea mucho más difícil de describir qué características podría tener nuestro mundo real dentro de tres o cuatro décadas. Brunner nos muestra el planeta Tierra en el umbral del siglo veintiuno: superpoblado, inestable, dominado por gigantescas corporaciones y los medios de comunicación. El libro se concentra en los Estados Unidos, aunque partes importantes de la narración están ambientadas en África y el Lejano Oriente, demostrando algo esquemáticamente las diferencias entre países desarrollados, en desarrollo y subdesarrollados. Es una novela increíblemente ambiciosa. Aunque despareja, el esfuerzo del autor merece ser apreciado. Antes de Todos sobre Zanzíbar (Stand on Zanzibar), John Brunner (nacido en 1934) era conocido sobre todo por las óperas espaciales que comenzó a escribir desde muy joven, aunque también había publicado obras más importantes, por ejemplo, The Brink (1959), un thriller acerca de la guerra nuclear en un futuro cercano; El hombre completo (Telepathist, 1964), acerca de un joven deforme con asombrosos poderes mentales, y The Squares of the City (1965), un largo libro con una historia compleja basada en una partida de ajedrez.

En cuanto a su estructura, Todos sobre Zanzíbar tiene una gran deuda con el novelista de izquierdas John Dos Passos, conocido sobre todo por la trilogía titulada U.S.A. (19301936). Dos Passos había pretendido abordar la totalidad de la vida norteamericana durante los primeros años de este siglo, tomando técnicas del cine, la prensa popular y la investigación sociológica para dar verosimilitud y actualidad a sus ficciones. John Brunner emula los métodos de John Dos Passos con bastante éxito. Todos sobre Zanzíbar está entretejida con gran cantidad de capítulos cortos que llevan por cabezales "Contexto", "El mundo del espectáculo" y "Seguimiento con primeros planos". Sirven para completar los detalles de la intrincada sociedad que Brunner pinta. Muchos de los capítulos de "Contexto" consisten en citas del sociólogo popular imaginario Chad C. Mulligan. Con una especie de sofisticada mezcla de Marshall McLuhan y Alvin Toffler, Mulligan proporciona un comentario a menudo agudo, a veces escandaloso, de la humanidad del siglo veintiuno. Es el personaje más memorable de la novela.

Sin embargo, los personajes principales son dos hombres que comparten el mismo apartamento en Nueva York. Norman House es negro y trabaja para la General Technics, una poderosa corporación multinacional. Donald Hogan es blanco y está empleado como agente secreto del gobierno. El hilo principal de la historia sigue a estos dos hombres a medida que se ven implicados en grandes descubrimientos científicos y las consecuencias políticas que provocan en África y Asia. Es un mundo violento y con problemas demográficos; el título de la novela se refiere a la suposición de que alrededor del año 2010 toda la humanidad estará hacinada codo contra codo en la isla de Zanzíbar, de 640 millas cuadradas. Las calles de la ciudad se han vuelto peligrosas a causa de los "muckers" gente atacada de locura homicida y de periódicos impulsos violentos. Mientras tanto, la General Technics ha construido un superordenador llamado Shalmaneser, que puede ayudar a encontrar una solución genética a los problemas humanos. Algunos aspectos del relato pueden parecer hoy pasados de moda. Shalmaneser es como un dinosaurio cibernético, una extrapolación de los grandes ordenadores de los años cincuenta y sesenta, que tiene en realidad escasa semejanza con el desarrollo de la informática en los últimos quince años. No obstante, el libro nos da una vívida y poderosa sensación de desesperación y decadencia. Entre otras cosas, se refiere a la eugenesia, a la discriminación social, al sexo, a las drogas, a la delincuencia juvenil, a la capacidad de penetración de los medios de comunicación, a los conflictos internacionales, al lavado de cerebro y a la contaminación. Es todavía uno de los bocados más sustanciosos de "futurismo" que nos haya dado cualquier escritor de cf.

Quizá sorprenda a los lectores descubrir que John Brunner es un autor británico. Sus últimas novelas, como la tenebrosa visión de la degradación ambiental titulada El rebaño ciego (The Sheep Look Up, 1972), también tienen personajes norteamericanos y escenarios internacionales. No cabe duda de que se trata de uno de esos raros ingleses, como Arthur C. Clarke o Ian Watson, que no están parroquialmente obsesionados con el estado del tiempo de su propio país.

Primera edición: Doubleday, Garden City, 1968.
Primera edición en castellano: Acervo, Barcelona, 1979.

Fuente: DAVID PRINGLE
Ciencia Ficción
Las 100 mejores novelas
Una selección en lengua inglesa, 1949-1984.

quarta-feira, 15 de janeiro de 2014

Galeria de Capas John Brunner


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BiografiaJohn Brunner


John Kilian Houston Brunner (24 de Setembro de 1934, Preston Crowmarsh, Oxfordshire — 26 de Agosto de 1995) foi um prolífico autor britânico de ficção científica.

Brunner escreveu seu primeiro romance, Galactic Storm, aos 17 anos, sob o pseudônimo de Gill Hunt, mas não escreveu em tempo integral até 1958. Serviu como oficial da Royal Air Force de 1953 a 1955, e casou-se com Marjorie Rosamond Sauer em 12 de Julho de 1958.

Tendo começado escrevendo space opera convencional, mais tarde começou a experimentar o formato romance. Seu romance Stand on Zanzibar de 1968 ganhou o Prêmio Hugo de 1969 como melhor romance de ficção científica, e é considerado um clássico do gênero. The Jagged Orbit recebeu o British SF Award em 1971.

A obra mais conhecida de Brunner é talvez a proto-cyberpunk The Shockwave Rider de 1975, na qual ele cria a expressão "worm", utilizado para descrever um software que reproduz a si próprio numa rede de computadores.

Entre seus pseudônimos, estão: K. H. Brunner, Gill Hunt, John Loxmith, Trevor Staines e Keith Woodcott.

Sua saúde começou a declinar nos anos 1980, e piorou com a morte de da esposa, em 1986. Ele casou-se novamente, com Li Yi Tan, em 27 de Setembro de 1991. Brunner morreu de AVC em Glasgow, Escócia, enquanto participava de uma Worldcon lá.

wikipedia: http://pt.wikipedia.org/wiki/John_Brunner

terça-feira, 14 de janeiro de 2014

Harry Harrison - ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! (Resenha)


HARRY HARRISON
¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!

La ciencia ficción, más que establecer nuevas tendencias, sigue fácilmente la moda. Extrae ideas de las ciencias, de la sociología popular y de los suplementos dominicales de los periódicos, las recrea y las exagera hasta convertirlas en imágenes de pesadilla del Futuro. Los años cincuenta fueron la gran década de los relatos sobre bombas nucleares, y prácticamente todas las novelas de ciencia ficción se referían a las consecuencias de una guerra nuclear, mientras que en la década del sesenta el tema principal fue la explosión demográfica y la contaminación. A mediados de esa década la idea de que la población mundial se duplicaría en el año 2000 se transformó en un lugar común y esa idea sembró el terror en muchos corazones. ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! (Make Room! Make Room!) es una de las manifestaciones clásicas de ese terror (otra es Todos sobre Zanzíbar, de John Brunner, a la que me referiré más adelante). Harrison agrega a su novela una lista de unas cuarenta "Sugerencias para una lectura posterior", que no son obras de ficción y abarcan desde Malthus a Vance Packard y J. K. Galbraith. De ese material nacieron muchas historias de ciencia ficción.

La novela está ambientada en el año 1999 en Nueva York, ciudad en la que 35 millones de personas compiten por agua y espacio. El héroe, Andy Rusch, es un policía. A pesar de tener un sueldo fijo, se ve obligado a compartir un apartamento de un ambiente con otro hombre, Sol Kahn, de setenta y cinco años. Sol es una suerte de filósofo autodidacta, y resulta imposible evitar la impresión de que se trata de un sustituto del autor (en 1999 Harry Harrison rondará los setenta y cinco años). Cuando un adolescente mata a un extorsionador del lugar, Rusch se embarca en la persecución del asesino. Tiene una relación con la antigua novia del muerto, y finalmente la mujer se muda al pequeño apartamento. Sol muere después de participar en un motín callejero entre "Ancianos". Rusch continúa buscando al asesino, pero lo encuentra cuando el asunto ya se ha enfriado. No hay sensación de triunfo. La mujer se marcha, y Rusch tiene que seguir viviendo sin ella y sin Sol, solitario en medio de una ciudad hormigueante.Es una historia sencilla,sin ningún sensacionalismo, sin heroísmo, dignamente narrada, con detalles muy cuidados y conmovedores. No es una novela de misterio, pues desde el primer momento el lector sabe quién es el asesino, pero el autor utiliza la historia del crimen para describir una ciudad permanentemente en crisis. Es bastante más que Ed McBain en un escenario de findumillenium.

La Nueva York de Harrison, donde todo el mundo vive de hamburguesas y harina de avena EnerG, y recoge agua de un depósito regulador en la calle, probablemente no esté muy lejos de las realidades de una ciudad del Tercer Mundo, como Calcuta, en la década del sesenta. Es reconfortante ver esas verdades proyectadas en el futuro de la nación más rica del mundo. Incluso aunque en 1999 Nueva York no se parezca a lo que Harrison se imagina, ésta será una novela verdadera.

Harry Harrison (nacido en 1925) es más conocido por sus cuentos humorísticos de aventuras, como Estafador interestelar (The Stainless Steel Rat, 1961), y por sus burlescas travesuras de cf, como Bill, héroe galáctico (1965) y The Technicolor Time Machine (1967). ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! es su obra más seria y comprometida. Fue una pena que cuando se la llevó al cine, con el título Soylent Green (1973), se trivializara la historia agregándole episodios de canibalismo y otras truculencias que no figuran en el libro. Una excelente novela de cf se convirtió en otra película mediocre.


Primera edición: Doubleday, Garden City, 1966.
Primera edición en castellano: Acervo, Barcelona, 1976.

Resenha de DAVID PRINGLE
Ciencia Ficción — Las 100 mejores novelas
Una selección en lengua inglesa, 1949-1984.


Ciro Flamarion Cardoso - A ficção científica no Brasil

A ficção científica no Brasil

Existe uma ficção científica brasileira?

Sua inexistência foi claramente declarada em 1988 num manifesto, publicado em revista de um clube de fãs, Somnium, por Ivan Carlos Regina. Entenda-se, porém, o seguinte: na expressão "ficção científica brasileira", a ênfase de Regina, depois apoiado no mesmo sentido por Roberto de Sousa Causo, está em "brasileira". Isto é, parecia-lhes urgente e necessário o surgimento de uma corrente específica, original, de ficção científica nacional.

Braulio Tavares, ao localizar nos anos anteriores ao final da década de 1930 uma proto-ficção científica brasileira, afirmava que com Jerônimo Monteiro (1908-1970) é que, da década de 1940 em diante, surgiu uma ficção científica que via a si mesma como tal. A qual, portanto, existe.

Minha opinião a respeito é que a ficção científica brasileira existe, talvez desde 1960, quando se deu - mas com base em duas editoras pequenas - alguma autoconsciência e relativa vigência ao gênero entre nós; mas que ela existe apenas, sendo pequeno seu peso específico nas letras nacionais, além de apresentar poucas tendências de continuidade em suas linhas de atuação e em sua própria presença, que flutua muito no tempo, na ausência de uma massa crítica decisiva (do lado dos autores mas também do público e, portanto, das editoras).

As raízes tanto da presença quanto da pequena importância, até agora, da ficção científica como gênero no Brasil foram já bem percebidas, por autores diversos, em certas características do país. A partir da segunda metade da década de 1950, sobretudo, são patentes tanto a forte urbanização quanto uma industrialização e um setor de serviços que contêm alguns elementos altamente sofisticados e em dia com a tecnologia contemporânea (incluindo a da chamada "revolução informacional"; muito pouco ainda, porém, no setor das biotecnologias derivadas do descobrimento do código genético). No entanto, os governos brasileiros, sem excetuar o atual, nunca dispuseram de políticas consistentes de educação, ciência e tecnologia, pelo qual nossa massa crítica nesses terrenos é ainda, no conjunto, muito débil. Em suma, em nossa sociedade brigam entre si tendências contraditórias que ao mesmo tempo favorecem e limitam as possibilidades de surgimento e desenvolvimento da ficção científica como gênero.

É preciso reconhecer, também, que o pouco que há do gênero entre nós se limita quase de todo a textos literários. Recordo vagamente uma série radiofônica que acompanhei quando criança pela Rádio Nacional: Átoman, o homem atômico; pelo que me lembro, e à luz do que hoje sei acerca da história do rádio, era decalque de programas similares norte-americanos, sem um pingo de originalidade. Não ignoro que Jerônimo Monteiro realizou transmissões radiofônicas de obras de ficção científica na década de 1930, mas não disponho de maior informação a respeito. Até onde sei, a TV brasileira se limitou, em matéria de ficção científica, a oferecer enlatados importados dos Estados Unidos. Situação análoga - diferentemente daquela da Argentina, que tem uma interessante tradição própria no setor - caracterizou a história em quadrinhos. Em matéria de cinema, além de um ou outro curta-metragem, só conheço o filme Brasil ano 2000, de Walter Lima Jr. (1968).

Antes de 1960 enxergo, quando muito, uma proto-ficção científica, mesmo admitindo que Jerônimo Monteiro fosse, já, um autor do gênero: um caso único não muda de verdade o panorama, apesar do entusiasmo e efeito multiplicador que, afinal de contas, só após 1960 aquele escritor de fato teve condições de exercer. Ainda assim, podem-se citar exemplos diversos, que a erudição crítica vem reunindo. Dentre os textos que eu mesmo (tendo nascido em 1942) li quando criança - o que entre outras coisas significa que pude achá-los com facilidade na década de 1950 -, livros pelos quais tenho por isso certo afeto, independentemente de seus eventuais defeitos, citarei: O choque das raças (depois chamado O presidente negro), de Monteiro Lobato (1926); Viagem à aurora do mundo, de Érico Veríssimo (1939); e A cidade perdida, de Jerônimo Monteiro (1948). Minha própria experiência indica, porém, que o universo ficcional acessível a um já ávido leitor de ficção científica tinha por força de consistir, naquela época, quase inteiramente em traduções de romances e contos estrangeiros - que, um pouco mais tarde, eu começaria também a ler no original.

A década de 1960 foi marcada por vários eventos. O mais importante foi a ação de duas editoras pequenas - a GRD de Gumercindo Rocha Dorea e a Edart de Álvaro Malheiros - na animação do gênero no Brasil. Dorea, em especial, além de publicar traduções de prestigiosas obras estrangeiras, atraiu para a GRD conhecidos autores brasileiros de fora do gênero (tais como Dinah Silveira de Queiroz, Rachel de Queiroz e Antônio Olinto, entre outros), encorajando-os a que escrevessem obras de ficção científica, também chamou a si pioneiros do gênero como Jerônimo Monteiro, Fausto Cunha (cuja atuação até então fora principalmente como crítico literário) e Rubens Teixeira Scavone, descobrindo, ainda, novos talentos, André Carneiro em especial.

Em 1969, o tradutor José Sanz organizou no Rio de Janeiro, em conexão com o Festival Internacional de Cinema, o Simpósio de Ficção Científica, que contou com a presença de conhecidos nomes do gênero, como por exemplo Arthur C. Clarke e A. E. van Vogt. Entretanto, a publicação do evento mostrou seu caráter de vitrine brasileira para autores internacionais, sem participação nacional efetiva.

A década viu também sério esforço de Jerônimo Monteiro no sentido de congregar um grupo de fãs de ficção científica, com reuniões em sua própria casa,culminando no ano de sua morte (1970) na criação do efêmero Magazine de Ficção Científica, que chegou a lançar alguns novos nomes, além de publicar contos de membros do que se conhece como "geração GRD".

A década de 1970 foi, no conjunto, de retração, mesmo se autores como Fausto Cunha, André Carneiro e Rubens Scavone continuaram a publicar e outros surgiram, como Gerald C. Izaguirre (de curta carreira no gênero).

Uma retomada se nota na década de 1980, menor talvez em intensidade quando comparada ao boom da década de 1960, mas com características novas e que pareciam promissoras. A revitalização do gênero agora vinha, com efeito, da presença de clubes de fãs com suas próprias publicações caseiras ou semiprofissionais. Entre outras associações, surgiram: em 1982, a Sociedade Astronômica Star Trek, com seu boletim Trek News; em 1983, o Clube de Ficção Científica Antares, no Rio Grande do Sul, que instituiu o prêmio Fausto Cunha e publicava o Boletim Antares; o Clube de Leitores de Ficção Científica, criado em 1985 por C. Roberto Nascimento, com seu órgão Somnium. No conjunto, São Paulo foi - de longe - o centro da maior atividade, sendo interessante uma grande participação do interior do estado. No Rio de Janeiro destacavam-se, desde a década anterior, os esforços de Fausto Cunha e Braulio Tavares.

De alguma importância, embora efêmero (1990-1992), foi o Isaac Asimov Magazine - versão brasileira da conhecida revista -, publicado pela editora Record, que instituiu o concurso Jerônimo Monteiro. Em 1987 Roberto de Sousa Causo lançava, em sua revista artesanal Anuário Brasileiro de Ficção Científica, o Prêmio Nova, desde 1993 vinculado à Sociedade Brasileira de Arte Fantástica.

Uma das novidades do relativo renascimento ocorrido especialmente a partir de meados da década de 1980 foi a diversificação de interesses e, apesar de o movimento partir no princípio de amadores, o desenvolvimento de uma escrita mais segura e conhecedora das regras que o gênero vinha criando há décadas, bem como de suas novas tendências (new wave, cyberpunk).

Gerson Lodi-Ribeiro ressalta que, no Brasil, o público leitor sempre manifestou clara preferência pela ficção científica hard: quanto a isto, paralelamente ao consumo habitual de obras dos Estados Unidos e da Inglaterra, agora surgia também uma produção hard devida a autores brasileiros (Jorge Luiz Calife, Henrique Villibor Flory, o próprio Lodi-Ribeiro). Outros autores se caracterizaram por assuntos ligados a temas históricos ou a temporalidades virtuais (Roberto Causo, Rubens Teixeira Scavone, Ivanir Calado, Henrique Flory - já citado acima pela ficção hard que também produziu). André Carneiro foi comparado por van Vogt a Kafka e a Camus: aparece na ficção científica nacional como um expoente do subgênero soft, com ênfase em temas que têm a ver com o sexo, sendo o autor brasileiro do gênero de maior inserção internacional. Também no subgênero soft é que atua com maior freqüência Roberto Schima.

Minha impressão pessoal é que o impulso iniciado em meados da década de 1985 manteve-se relativamente vigoroso por dez anos, perdendo força a seguir. Se for assim, confirma-se que a presença entre nós da ficção científica entendida como produção nacional é ainda instável e mesmo um tanto errática, pelas razões já indicadas.

A FICÇÃO CIENTÍFICA, IMAGINÁRIO DO SÉCULO XX
Uma introdução ao gênero
Ciro Flamarion Cardoso (c) 1998